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Tienen más de 60, trabajan con Millenials y siguen recibiendo ofertas de trabajo

En el rubro IT, donde los años no son impedimento para seguir trabajando, la vieja frase “estamos activos” es más real que nunca. La experiencia de tres programadores que aún no se han convertido en Legacy.

De acuerdo con el último relevamiento realizado por la comunidad argentina de informáticos Sysarmy, donde se recolectaron datos de  4.366 trabajadores del área de tecnología, apenas el 1,7 por ciento supera los 50 años. En una industria marcada por la alta rotación y la captación non-stop de nuevos talentos, parece natural que los jóvenes sean por amplio margen los que acaparan la industria, caracterizada por su renovado espíritu Millennial.

Sin embargo, ese pequeño porcentaje de empleados que cuenta con más de tres décadas de trayectoria en sus espaldas sigue allí, activo, trabajando en nuevos proyectos, aportando su invalorable conocimiento y entrenando a las nuevas generaciones que, de manera inexorable, deberán tomar la posta. Son los pioneros, los que comenzaron en informática cuando la industria era apenas un puñado de oficinas repartidas a lo largo del mapa y la formación profesional implicaba combinar una carrera tradicional como ingeniería con conocimiento autodidacta.

 

Julio Oliveira, Alejandro Massuh y Arturo Carrión son tres exponentes de esta rara avis, “viejitos piolas” que siguen trabajando motivados por una carrera que, a grandes rasgos, tiene la semblanza de un viejo oficio: pasión, motivación y las ganas interminables de seguir aprendiendo sobre un universo binario al que le han dedicado la mayor parte de su vida. Los tres actualmente trabajan en proyectos de la firma argentina intive-FDV, pero sus curriculums acumulan cientos de páginas de experiencia, vivencias y testimonios sobre la industria de software local.

 

Haciendo camino al andar

 

“La tecnología es mi vida, yo siempre digo que tengo unos y ceros y no sangre en las venas”, asegura Julio, que a los 70 años sigue trabajando como developer Full-Stack. Uruguayo llegado a la Argentina hace más de 50 años, se especializa desde hace dos décadas en Java, lenguaje del que además es docente. El entusiasmo no lo perdió: asegura que sigue trabajando en lo que le gusta, una pasión en la que tuvo que formarse prácticamente como autodidacta debido a la inexistencia de carreras relacionadas con la tecnología cuando era joven: comenzó en Ciencias Económicas y después pasó a la Facultad de Ingeniería para estudiar sistemas numéricos, porque no existían las carreras informáticas. Su condición de pionero lo llevó a la colaboración en la creación de los primeros cursos de informática en las facultades argentinas, ya que no existía un plan de estudios unificado. El espíritu docente lo acompaña desde entonces: “Me encanta. No tengo la suerte de que a mi hijo le guste, así que a alguien tengo que traspasarle mis conocimientos”.

Alejandro, por su parte, está a punto de cumplir los 60 años y cuenta con cuatro décadas de trayectoria en la industria de viajes. Mientras cursaba ingeniería en la Universidad de Buenos Aires, su primer trabajo en tecnología fue en Aerolíneas Argentinas como instructor del sistema de aeropuertos cuando éstos se comenzaron a automatizar. “Gracias a eso tuve la suerte de viajar bastante, sobre todo a las sucursales, ya que la puesta en marcha era presencial y no podías dar soporte remoto porque era muy complejo; las comunicaciones eran mucho más rudimentarias”. Años después llegó a estar a cargo del sistema de emisión de tickets de Aerolíneas y se especializó en los primeros grandes sistemas de distribución, como Amadeus y Sabre, firmas en las que luego trabajó. “Siempre estuve del lado de análisis. Ahora trabajo en un proyecto con la industria de líneas aéreas y viajes, y estoy en la parte de Q&A, Testing, de ver casos de prueba y todo ese tipo de cosas, y tiene que ver con conocer el negocio”, explica, y si bien admite que “un chico de la facultad programando me pasa por arriba”, pesa el conocimiento que tiene del negocio.

 

Para Arturo, de 54 años, el encuentro con su vocación tecnológica fue azaroso: estudiaba Ingeniería Industrial en la Universidad de Cuyo cuando su hermano trajo de Chile una calculadora programable que utilizaba Basic. Ese hobby por programar funciones se transformó en pasión, por lo que dejó ingeniería y se pasó a Análisis de Sistemas en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) de Mendoza. “Era todo teoría, en el primer año no había ni computadoras en la facultad; en el segundo año aparecieron unas RadioShack que eran símil a una PC y usaban diskettes de 8 pulgadas, con Basic, Cobol y Pascal. Me incliné por Basic y Cobol y ahí descubrí que tenía un palo administrativo para entender lo que había hecho mi viejo, que era contado.” Al ser una carrera nueva no existían los profesionales en sistemas: “No había ni un Analista de Sistemas”. Una vez que entró en el mercado laboral se especializó en lenguajes de programación orientados al área administrativa, como dBase y Clipper, y comenzó un largo recorrido que lo llevó, entre otras cosas, a ser el encargado de adaptar la tarjeta CMR de Falabella al mercado argentino cuando el gigante chileno aterrizó en el país. Hoy, como experto en .NET, finalmente se ha afincado en Capital Federal “haciendo back-end puro, aunque siempre fui más Full-Stack”.

 

 

Teoría de la evolución

A la hora de citar los cambios más importantes en la forma de trabajar dentro de la industria tecnológica, Oliveira es taxativo: “Hoy el que no sabe usar Google e inglés, no puede trabajar. Así de sencillo, si vos sabés buscar tenés todas las respuestas en los grupos de usuarios. Eso antes no existía. La  informática tiene algo muy importante, que es la comunidad. Generalmente hacés una pregunta en un foro y antes de las 24 horas tenés la respuesta”. Los tres coinciden en que el ambiente antes era más “oscurantista”, donde los que sabían querían retener esa información , ya que no existía una cultura colaborativa.

Para Carrión, los vientos de cambio llegaron cuando las empresas locales comenzaron a exportar software y así se adaptaron a la forma de trabajar de afuera. Hasta ese momento, se trataba en la mayoría de los casos de empresas con estructuras verticales, donde muchas veces Sistemas estaba atado a los caprichos del departamento de Marketing u otras áreas, que decidían calendarios y prioridades. En los noventa, por ejemplo, podía llegar a trabajar hasta altas horas de la madrugada para que un producto saliera al ruedo. “No era saludable para nada. Ahora con las metodologías ágiles y ambientes colaborativos, me siento en el paraíso”, comenta, para luego dejar salir un suspiro de alivio.

 

Los avances en el campo digital también han tenido un impacto colateral en los ambientes de trabajo. “Una cosa fundamental es que no se puede fumar”, celebra Oliveira, y explica el estrés al que estaban a merced: “Antes la hora hombre era muy cara, tenías que trabajar mucho. Una compilación de un sistema demoraba dos horas, mientras que hoy demora dos segundos, dos minutos. Ahora podés trabajar con prueba y error, antes no podías; era café y cigarro, café y cigarro”. Al respecto, agrega que se programaba sobre la marcha y en binario, y “había que hacerlo bien sí o sí, porque si no no daban los tiempos para corregir”.

 

Códigos “Millennial”

A contramano de la mayoría de las ramas del mercado laboral, donde superar la barrera de los 50 años equivale a ver acotadas las posibilidades de encontrar un nuevo trabajo, en tecnología la acumulación de páginas en el almanaque no es un impedimento para seguir activo. Por el contrario, a pesar de la edad, no paran de recibir ofertas laborales. “Falta mucha gente capacitada. Ya pasé los 70 años y sigo recibiendo entre dos o tres ofertas por día. Pero las empresas no quieren que te sientes y te pongas a codear, sino que en cierta forma des soporte y apoyo a alguien que tenga un problema porque hay cosas que solo la experiencia te lo da”, destaca Oliveira. 

A la hora de cambiar de trabajo, se migra por dos razones: la mejora económica y la necesidad de seguir motivado con nuevos proyectos. “La desmotivación es un gran tema en el rubro. Si estás motivado estás cómodo”, agrega Carrión. Los años, además, aportan otra mirada: “Antes uno vivía para trabajar y ahora trabajás para vivir”.

Respecto de la brecha generacional con desarrolladores más jóvenes, aseguran que es menos traumática de lo que, a priori, podría creerse. Los tres entrevistados coinciden en que la comunidad es abierta y, en general, respetuosa. Massuh, que comparte espacio de trabajo con compañeros que tienen la edad de sus hijos, considera importante “tener la cabeza abierta para poder hablar y comprender al otro. Hay que entender que es otra generación, que piensa distinto que yo, que tiene otras vivencias y que creció con otra cosa”. Carrión, por su parte, sostiene que siempre tuvo un espíritu joven, por lo que trata de mimetizarse con las nuevas costumbres y ser uno más; incluso, a la hora de mandar memes por Slack a compañeros de trabajo. “Uno tiene que tener ese componente, porque si no te segregan”, explica.

Una diferencia fundamental con las nuevas generaciones es la preparación; mientras ellos tuvieron que abrirse camino entre la maleza y una estructura educativa en pañales, los jóvenes desarrolladores de hoy ingresan al mercado laboral mucho más capacitados. La información disponible a un clic de distancia y las decenas de carreras orientadas a tecnología que pueden cursarse en institutos terciarios y universitarios de todo el país lo han hecho posible. Esto genera, además, una retroalimentación, un feedback virtuoso donde los más viejos pueden aprender de las nuevas camadas. Carrión así lo refleja: “Hay que estar abierto a aprender de alguien más joven que uno; con perfil bajo, tratar de aprovechar a aquel que la tiene más clara, integrarlo. Eso ayuda mucho”.

 

Fuente: infotechnology.com

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